El jueves en el pediatra el Dr. Diego no pudo ver uno de mis oídos porque tenía mucha cera. Y ahí terminó la anécdota hasta ese día.
Resulta que este sábado, a mamá se le ocurrió mirar mi oído y más que encontrar un tapón de cera encontró una vela entera derretida en mi oreja (linda metáfora, no?). La cosa es que en su curiosidad, tocó la parte inferior de mi oreja por fuera, y pegué un alarido que escucharon todos los vecinos. Y ahí empezó a dudar si podía llegar a tener otitis o algo en el oído que me estuviera molestando. Para sacarse la duda, volvió a hacer lo mismo y pegué exactamente el mismo alarido.
Conclusión? Partimos a la guardia con mamá y papá. El resultado? Obviamente, OTITIS. Y acá ando. Entre antibióticos e Ibuprofeno para mi dulce orejita.

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